Vino y estados de ánimo


Cuando hablamos de elegir un vino, además de sus características organolepticas y de la información previa que se tenga sobre él, hay que tener en cuenta algo que ningún sommelier puede adivinar, el estado de ánimo de quien lo bebe. Es por ello que a la hora de pedir un vino en un restaurante para dejarse aconsejar, en primer lugar es necesario que cada uno sepa como se encuentra.

Un estado de euforia puede llevarnos a tener un recuerdo maravilloso de un vino que probado en circunstancias menos optimistas nos parecería del montón. Y tambíen a la inversa. Por eso, quizás lo mas adecuado sea buscar un vino que se adapte a nuestro estado de ánimo ó al menos que pueda mejorarlo.

Un champagne, por ejemplo, suele ser bien recibido siempre, tanto si uno se siente festivo como si necesita animarse. Esa vibrante acidez al menos nos hará reaccionar.

Para el ánimo decaido van bien los vinos potentes, concentrados y con consistencia. Un Px, un amontillado viejo ó un Priorato, cualquier opción con fuerza que despierte al paladar.

Si por el contrario nos sentimos relajados y con ganas de meditar, habría que buscar un vino complejo y con gran desarrollo en copa, capaz de acompañar nuestros pensamientos durante un largo rato,. Algunos monastrell de Jumilla, vinos de autor, ó de garaje, etc.

Esto no son leyes empíricas, son mis valoraciones personales a lo largo de años de cata y de elegir vinos, igual son diferentes las percepciones de otros.

Lo que si está claro es que nuestro estado de ánimo influye en la valoración de un vino y que un vino tambíen determina la evolución de nuestro estado de ánimo.

Sin olvidarnos de la compañia, compartir un vino con alguien puede convertir cualquier circunstancia en un evento memorable.

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